Esta experiencia se ha concebido como un programa conjunto, pero conformado por un compendio de pequeñas y variadas acciones (en torno a 50 actividades distintas) cuyo desarrollo abarca el conjunto del ámbito de la reserva. Esta concepción del programa se ajusta muy bien a los objetivos, permitiendo, tanto la participación de un abanico amplio de instituciones y agentes socioeconómicos de la reserva, como la puesta en valor de lugares y actividades significativas pero poco conocidas.
Un aspecto importante del éxito y la difusión del programa está en la elección del otoño, dado que es durante esta estación, cuando la reserva acoge el número de visitantes más alto y sus paisajes alcanzan su mayor espectacularidad. Las actividades son muy variadas y se relacionan con las tres funciones de las reservas de la biosfera; si bien el mayor número de actividades desarrolladas se han relacionado con la visibilización y valorización de sus producciones locales, incluyendo la celebración de muestras de productos artesanales y típicos de la reservas, así como jornadas dedicadas a la gastronomía, a la caza y al ecoturismo. Especialmente atractivas y bien acogidas, han sido la amplia variedad de rutas y visitas programadas, que atienden a los múltiples valores patrimoniales de la reserva: naturaleza, paisajes como los castañares o las dehesas; enclaves geológicos como el Cerro del Hierro; sitios históricos y culturales como sus propios pueblos, la minería, la caza, la micología o la montanera. Unos valores a los cuales se están incorporando actividades de contemplación del cielo nocturno. La visibilización de la reserva se ha impulsado también a través de exposiciones dedicadas a la flora y a la avifauna que acoge, así como a través de la convocatoria de concursos de fotografía y de la instauración, por parte de la reserva de unos premios dedicados a las buenas prácticas de desarrollo sostenible y a la trayectoria vital de sus habitantes.